La historia que les comparto hoy sucedió un par de semanas atrás; hoy que me siento mejor y que he logrado entender muchas situaciones, estoy en la seguridad de expresarlo.
Comenzaré por contarles del ser que acompaña mis días; es Juan lo elegí para construir una relación desde la libertad, la honestidad y la sabiduría, con él coincidimos en la búsqueda constante del desarrollo persona, y ahora compartí la ilusión del embarazo, en mi caso sería madre por segunda vez y para él sería su primer hijo.
Tras enterarnos de la llegada de un bebé mediante una prueba casera y ecografía confirmatoria en la semana 5; a nuestras vidas llega la sensación de unicidad, de hacer parte de un todo; para nosotros ese estímulo que produce la satisfacción de la creación. Empezamos la compresión de un bebé que deseamos y aunque no lo buscábamos llegó, sonará como aquella frase popular de los hijos deseados más no planeados, y me pregunto acaso, ¿Cuántos de nosotros fuimos concebidos de manera consciente? O ¿Cuántos concebimos la vida de nuestros hijos a una edad, situación o momento determinado?…
Bueno, seguiré con mi relato, la semana posterior después de que nos enteramos, o sea la número 6 decidimos ingresar de urgencias, tras un dolor abdominal fuerte. Me examinaron físicamente buscado identificar la zona del dolor, y los exámenes de rutina, las conocidas BETAS y una ecografía transvaginal.
Esperé un par de horas y llegaron los resultados… Recuerdo ese momento con gran angustia y ese presentimiento de que aquel dolor que provenía de mi vientre me traería una mala noticia. Tomé el resultado de mi ecografía y leí: Embarazo de 6 semanas por saco gestacional, no se aprecia embrión en el momento. Las preguntas me surgen, la angustia, el frío y la incertidumbre eran sensaciones que recorrían mi ser, coloque una mano en mi pecho y me pregunté ¿Qué quería decir lo que leí? ¿Qué está pasándome?¿Dónde estaba mi bebé? ¿Era muy pequeño aún para ser visto?
Realizó un par de búsquedas en Google y bueno ya saben como es google, en momentos así dramático, exagerado y por supuesto más confuso. La residente de radiología me dice que ella no puede contestar mis preguntas y que me dirija al médico de urgencias que es quien evalúa todos los exámenes. Escucho mi nombre y sigo al consultorio, siento la entrada a ese lugar como un enfrentamiento con mi cuerpo, con mis expectativas, enseguida tomó asiento en la camilla, mientras aprieto las manos (las siento congeladas), experimentó el miedo, escuchó atentamente a la gineco obstetra mientras digitaliza los resultados, cuando en su voz alta y desenfrenada ella empieza a decir que mi diagnóstico es un embarazo anembrionado.
Según Zaira Salvador embrióloga especialista en Medicina Reproductiva el embarazo anembrionado o anembrionario “es cuando el óvulo ha sido fecundado por el espermatozoide, y tras implantarse en la cavidad uterina, hay un desarrollo anormal en el que únicamente da lugar al saco gestacional. En palabras más simples: es como si fuera un embarazo sin bebé”
Acto seguido, La ginecóloga de urgencias me dice “es mejor no continuar con la ilusión de un bebé ya que en el transcurso de una semana, sucederá un aborto espontáneo o se tendrá que programar un curetaje.”
Mi cuerpo ya estaba preparado para mi bebé, pero mi pequeño según la ecografía no estaba. Sentí miedo, culpa, incapacidad, la tristeza me invadió. Sin embargo, aún no se acaba ese mal momento, debía comunicarle a Juan la noticia, quien ha esperado pacientemente en la sala de urgencias obstetricia, una sala oscura con 2 o 3 hombres quienes se encuentran a la espera del anuncio del nacimiento de sus hijos, justo ahí entre la alegría de otros llegaba la desesperanza de nosotros. Bajé las escaleras casi inmóvil, desorientada, mirando hacia abajo, cuando mis ojos retornaron el frente miré a Juan, quien rápidamente buscó mis ojos, como buscando señales y respuestas, fue allí, ese preciso momento cuando mis lágrimas comenzaron a recorrer mis mejillas y lo que sentí después fueron sus brazos, que fueron como un fuerte que contuvo la desolación; esa noche recibimos la visita de viejos fantasmas de experiencias similares y la incredulidad nos acompañó.
Recuerdo también pensar, ¿Qué sigue para nosotros en pareja tras la pérdida de un bebé?…
Al día siguiente, después de una larga noche Juan se llenó de valor y me dijo que era necesaria una segunda opinión,»debemos saber más de lo que nos está ocurriendo». Mi fé ya no era la misma, me sentí perdida y decidimos dejar pasar una semana y posteriormente acudir a los especialistas nuevamente. Esta vez elegimos la Clínica Occidente, por sus especialistas en obstetricia; recuerdo que me hicieron esperar acostada en la misma sala donde las madres se estaban preparando para el parto y estando allí vivo ese sentimiento de estar en el lugar equivocado, mis anhelos y que yo no compartía la ilusión de volver a ser madre como ellas; mientras tanto me realizan análisis de sangre y nuevamente ecografía transvaginal, estando ahí las lágrimas recorren mi rostro anhelando mi bebe.
El doctor me informa que en los resultados de análisis de sangre las BETAS, aquel examen donde las hormonas presentan niveles del estado de la gestación en el desarrollo, que en mi caso se encuentran normales y en plena actividad de acuerdo al número de semanas. Aunque alentador, sigue la eco. Me preparo con una bata verde e ingresó al consultorio, empieza el reconocimiento del útero y el doctor dice la palabra mágica: embriocardia, que se traduce como: El corazón de mi bebé activo a unos 168 lat/min. ¿Pueden llegar a imaginarse esa emoción? con los ojos llenos de felicidad le pregunto al doctor que si puedo escuchar a mi bebé.
El doctor con una voz amena y suave asiente, y ese se convierte en el sonido de mi esperanza y su corazón la conexión más grande del amor. Con lágrimas de pura felicidad y un absoluto estado de gratitud con el universo, es hora darle esta hermosa noticia a Juan, salgo y él busca mis ojos, busca emoción en mi rostro recuerdo mirarlo y preguntarle. ¿Juan realmente querías un bebé? Inmediatamente responde, sí y quería que viviéramos esto juntos, sonreí y con ojos desbordantes de amor lo miré y le dije: Apareció nuestro bebé, y escuché su corazón.
Es así como se reactiva nuestra esperanza, nuestra fe y todos nuestros planes, para una aventura de vida maravillosa.
Gracias vida por darme lo más importante, gracias por escuchar a Juan, por validar las segundas opiniones. Gracias hijo por aparecer sincrónicamente en mi vida y recordarme el amor que soy.